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19 de enero de 2015

UNA LINDA IDEA PARA ESTAS VACACIONES

Los jardines verticales parecen propios de edificios de diseño cuyo objetivo es impresionar más que otra cosa. Parecen costosos, delicados y difíciles de cuidar, lejos de la eficiencia que se supone a un huerto o un jardín ecológico. Sin embargo, en realidad constituyen una opción muy interesante para aquellos espacios en los que no podemos disponer de suelo para plantar y sirven para dar vida a paredes anodinas. De hecho, forman parte de una nueva horticultura que ya no está atada a la tierra y se adueña de espacios urbanos, terrazas, balcones, ventanas y habitaciones.

Lo mejor es que para crearlos no hace falta recurrir a un estudio de arquitectura. Con unas cuantas botellas de plástico y un poco de maña, se puede levantar una pared verde que no deja indiferente. El profesor Willem Van Cotthem, un investigador especializado en la lucha contra la desertización, ha ideado un jardín vertical que solo requiere botellas de plástico como tiestos para todo tipo de plantas. La gran ventaja de su sistema frente a otros diseños es que minimiza el consumo de agua y no necesita la instalación de bombas eléctricas.

La idea “clásica. Los jardines verticales siguen un esquema simple de tres componentes:
• El soporte. Normalmente se construye en metal, aunque una madera adecuadamente tratada puede soportar la humedad.
• Un respaldo, que puede ser una lámina de plástico o una rejilla de acero inoxidable. Debe quedar un pequeño espacio entre el respaldo y la pared para protegerla de la humedad y para airear el cultivo.
• El material donde enraizan las plantas, que suele ser un panel de fieltro, estopa o fibra de coco.

En los espacios interiores, se suma un colector de agua en la parte inferior del soporte y una bomba para hacerla subir hacia la parte superior y distribuirla por todo el fieltro por gravedad. También se puede instalar un sistema por goteo que recorra el espacio de fieltro. Si el jardín vertical se ubica en el exterior, se puede regar con manguera.

Material necesario

La propuesta de Willem Van Cotthem se beneficia de sus estudios sobre los contenedores de plástico, un material ambientalmente problemático cuyo mejor destino es la reutilización y donde casi todas las plantas pueden desarrollarse sin problemas. Es más, resulta un material adecuado por su ligereza y porque retiene el agua. Para construir el jardín vertical de Cotthem, solo necesitamos:

  • • Una tabla de 1,5 m de ancho por 2,5 m de alto.
  • • 20 botellas de plástico de 1,5 l.
  • • 20 alcayatas y 20 hembrillas cerradas, ambas de la medida 20×80.
  • • 20 trozos de alambre o cuerda, cada uno con una longitud algo mayor al perímetro de las botellas.

Fabricación del panel

  •  Para convertir las botellas en tiestos, se corta la parte cónica superior y, con un cúter o unas tijeras, se realiza un corte en dirección al cuello. Este corte servirá para que se filtre el agua.
  •  En el fondo de la botella, se hace un agujero de 2 cm de diámetro. Se coloca el cono –que facilita tanto la entrada del aire como la salida del agua– en el fondo de la botella y se llena de sustrato para macetas bien compactado, hasta 5 cm del borde superior.
  •  A continuación, hay que humedecer bien la tierra y plantar la semilla.
  •  Se fijan a la madera las 20 hembrillas y las 20 alcayatas que aguantarán las botellas, teniendo en cuenta que las alcayatas las sujetarán por debajo, introduciéndose en el agujero de drenaje, y que las hembrillas servirán para pasar el alambre o la cuerda alrededor del cuerpo de las botellas.
  •  Conviene fijar fuertemente con tirafondos el jardín vertical a una pared protegida del viento y que reciba la luz del sol solo durante parte del día, para disminuir la evaporación y, por lo tanto, reducir las necesidades de agua.

También un huerto

Aunque hemos llamado jardín vertical al invento, también podría ser definido como huerto, pues puede acoger tanto hortalizas como plantas aromáticas o medicinales. Frente a la plantación tradicional, el huerto vertical tiene la ventaja de que nos permite elegir la tierra adecuada para cada planta y que el control de las plagas y enfermedades resulta más sencillo. Algunas plantas que crecen bien en estas condiciones, con tiestos improvisados de plástico y colgadas de una pared, son las lechugas, el perejil, las espinacas y las coles.

Aparte de poderlas usar para crear un jardín vertical, las botellas de plástico también son muy útiles para transformarse en macetero en cualquier lugar: quicios de ventanas, terrazas, balcones, patios…

El jardín vertical no se acaba de inventar. Solo hay que acordarse de los jardines colgantes de Babilonia. El mismo concepto se refleja en los tiestos que cuelgan de las paredes en los patios andaluces. También existen estanterías de plantas –ya sea con tiestos o con soportes flexibles, como los comercializados por la firma barcelonesa Leopoldo– o módulos para colgar de la pared de la sala de estar, como los de WallNatura.

Incluso se puede cultivar en los compartimentos de los organizadores de zapatos que se cuelgan de la pared o de las puertas. El único límite del jardín vertical es la imaginación.

Los beneficios

Los jardines verticales ayudan a incrementar los niveles de oxígeno del aire, eliminan compuestos tóxicos y reducen el consumo energético porque aportan frescor y humedad. Además, ya sea a nivel particular o comercial, pueden contribuir a la producción de alimentos. De hecho, algunas empresas ya señalan las plantaciones verticales como el futuro de la agricultura sostenible, pues consumen menos agua y ocupan menos espacio.

El tiesto más eficiente

El material con el que está fabricado el tiesto es determinante para la calidad del cultivo. Condiciona el consumo de agua y el crecimiento y la salud de la planta.
El plástico conserva el agua durante mucho tiempo porque es muy poco poroso. Es ligero de peso, lo que permite cambiar la ubicación de la planta siempre que sea necesario. Su principal desventaja es que resulta frágil si se alcanzan temperaturas muy bajas y se deteriora al sol debido a la radiación ultravioleta.
La terracota es porosa, pesada y se rompe fácilmente. El mayor problema es que la tierra tiende a secarse fácilmente, sobre todo si la planta está expuesta al sol y al viento.
Los tiestos de cerámica vitrificada pierden menos humedad, pero requieren bastantes agujeros de drenaje.
La madera permite crear los tiestos a medida de las necesidades del espacio y de la planta. Sin embargo, se puede pudrir. Para evitarlo, la madera de cedro es la más adecuada.
El metal se calienta demasiado, lo que favorece la pudrición de las raíces. En cambio, es una buena idea poner dentro de un recipiente de metal un tiesto de plástico o de terracota.
La piedra ofrece una estética natural, pero es demasiado pesada y se rompe fácilmente.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el color del tiesto importa. Los tonos oscuros absorben el calor, lo que puede afectar la salud de las raíces. Los colores claros son más recomendables.

 

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