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14 de abril de 2015

El año electoral y la contraofensiva K by Jorge Raventos

Aunque en la Cumbre interamericana de Panamá -encandilada por el minué de Barack Obama y Raúl Castro y aturdida por las arengas de Nicolás Maduro- la presidente de la Argentina no encuentra las condiciones de estrellato que ella prefiere, la señora puede envanecerse de ser la jefa de Estado más atendida por el Papa Francisco

 Pidió y obtuvo una nueva reunión con él que se concretará en julio, en pleno proceso electoral argentino y ya se adelanta otro encuentro en noviembre, cuando ella ya esté preparando las maletas de la despedida.

La reunión de julio será todo lo protocolar que aclaran las fuentes vaticanas, pero no por ello es menos importante para la Casa Rosada: allí también se sacan fotos.

El Papa se propuso como objetivo personal referido a su patria contener las pulsiones que en ciertas circunstancias se traducen en rupturas, violencia, quiebres. Ha trabajado para que la despedida ineludible de la Presidente no ocurriera ni traumáticamente ni antes de tiempo. Y esa contención probablemente fue indispensable en muchos momentos en que el gobierno vacilaba junto al vacío.

Pero hay que destacar que la Presidente no sólo se encomienda a Dios, también usa su propio mazo.

La recuperación K

En menos de noventa días y en vísperas del epílogo de su mandato, la señora de Kirchner ha conseguido contener los estragos producidos por la denuncia e inmediata “muerte dudosa” del fiscal Alberto Nisman y recuperar la iniciativa política.

Mientras en Tribunales la acusación del fiscal ha sido desestimada en primera y segunda instancia y la investigación de su muerte no consigue aún emerger del pantano de la duda (¿asesinato, suicidio, suicidio inducido?), la piedra de esmeril empuñada por los propagandistas del oficialismo sigue trabajando sobre la figura de Nisman, no para pulirla, sino para pulverizarla: el mártir de enero, travestido en evasor , libertino y cómplice de espías demoníacos.

El gobierno recibió una dosis fuerte de vitaminas el primero de marzo cuando pudo exhibir recuperación de la calle. Desde entonces el oficialismo parece haber elevado sus expectativas: no excluye ahora la posibilidad de un triunfo. Empieza a entender que para intentarlo no alcanza con el voto netamente K, y que debe rascar la olla y construir una táctica que conjugue las garantías de incondicionalidad de su núcleo duro con una superficie atractiva, capaz de conquistar votos dudosos o independientes.

Para eso es indispensable que el candidato sea el que indican las encuestas. Daniel Scioli: a la fuerza ahorcan. El “liberal” Scioli, el “tibio” Scioli, ahora es reivindicado hasta por Diana Conti, que reprende a Florencio Randazzo por maltratar al “compañero Scioli”. El gobernador corresponde gentilmente a ese acercamiento y ofrece muestras de acrecentada fidelidad. El piensa en el futuro, en la etapa que se abrirá cuando termine esta presidencia. Y muchos que condicionan sus simpatías a que cambie de conducta hacia el gobierno tienen la ilusión de que podrá hacerlo incluso antes de que las urnas den su veredicto.

Por si acaso, la contraofensiva de la Señora incluye la posibilidad de su propia presencia en las listas. Entusiastas de La Cámpora postulan incluso la candidatura presidencial de Máximo Kirchner que, si se quiere, hace juego en materia de experiencia e idoneidad con la postulación oficialista del abogado Roberto Carlés para una silla en la Corte Suprema.

Se trata de poner de manifiesto que la jefatura de la fuerza (el Frente para la Victoria) se seguirá escribiendo con K.

Con estos movimientos, que le permiten acumular fuerzas y apuntan a distintas lecturas del futuro, el oficialismo consigue ubicarse en el presente en uno de los polos del enfrentamiento electoral.

Macri y un cambio de estilo

Mauricio Macri procura apoderarse del otro polo. En las últimas semanas se ha empeñado en subrayar su conducta pública con un “decisionismo” que no parecía estar en la caja de herramientas del PRO. Lo hizo cuando, después de la convención radical de Gualeguaychú, rechazó con rapidez y elocuencia cualquier idea de cogobierno con otros partidos del espacio común constituido con UCR y la fuerza de Elisa Carrió. Y a eso agregó su firme anuncio (y contra la opinión de sus técnicos) del inmediato cese del cepo al dólar si él asume la presidencia. A eso agregó su apoyo a Horacio Rodríguez Larreta en la interna del Pro, cuando el consenso parecía aconsejar una equidistancia de buenas maneras. Fue otra forma de afirmar una actitud de autoridad, un mensaje al electorado que quizás adelanta una objeción que hará en eventuales debates preelectorales: ¿quién gobernará si gana Scioli: él o Cristina, “la jefa”?)

Un problema para Macri es su bajo asentamiento en la provincia de Buenos Aires. El distrito representa casi un 40 por ciento del padrón nacional y allí se juega estratégicamente la elección presidencial de octubre. El kirchnerismo tiene la provincia sembrada de candidatos a la gobernación: Julián Domínguez, Martín Insaurralde, Diego Bossio (el titular de la ANSES), Fernando Espinosa Intendente de La Matanza), Sergio Berni, Patricio Mussi, por citar a los más conocidos. Más allá de quién de ellos triunfe en las PASO, el Frente para la Victoria, reforzado en sus boletas con los apellidos Scioli y Kirchner, congregará los votos de todos ellos en octubre como piso de su caudal para la presidencial y pondrá una marca difícil de superar.

El desafío provinciano

Sin embargo, el oficialismo ya fue derrotado dos veces en la provincia de Buenos Aires: una en 2009, cuando Francisco De Narváez se impuso contra otra boleta que incluía los apellidos Scioli y Kirchner. La segunda, dos años atrás, cuando Sergio Massa clausuró las ilusiones re-reeleccionistas del kirchnerismo. Esos dos vencedores del pasado cercano probablemente figurarán en la misma boleta en octubre: la del Frente Renovador. Y si ellos se imponen en el distrito, seguramente tendrán un lugar en el decisivo ballotage de principios de noviembre.

En cualquier caso, el PRO llegará a la primera vuelta con viento en las velas: varias elecciones distritales adelantadas le ofrecerán la oportunidad de mostrarse como fuerza muy competitiva. La Capital Federal, Santa Fe, Mendoza y Córdoba, sumadas, representan un tercio del padrón electoral. En todos esos lugares el macrismo (como parte de espacios más amplios) tiene chances y, de hecho en la ciudad de Buenos Aires tiene una victoria aseguradas, en Santa Fe su candidato, Miguel Del Sel, aparece cuatro puntos arriba en las encuestas y en Mendoza la coalición de la que el Pro es parte puntea.

La decisión de José Manuel De la Sota de fechar la elección de su provincia el mismo día que las otras tres fue una apuesta para mostrar que el peronismo cordobés también es una fuerza ganadora. Una victoria del delasotismo representaría un fuerte estímulo para Sergio Massa inclusive si el gobernador no hubiera concretado la idea de trabajar dentro de espacio nacional común con el Frente Renovador: evitaría que el macrismo, que ha crecido mucho en la provincia, pueda mostrarla como otro territorio conquistado. Córdoba tiene casi el 10 por ciento del padrón electoral nacional (es el segundo distrito, después de la provincia de Buenos Aires).

Entretanto, hoy mismo Salta ofrece un aperitivo con sus primarias provinciales. Allí el polo kirchnerista está representado por Juan Manuel Urtubey, una figura de frontera, más próxima al estilo contemporizador y modernista de Scioli que a las intransigencias altisonantes que han caracterizado el estilo camporista del entorno presidencial. Se verá si con esos modos de cambio dentro de la continuidad Urtubey puede vencer a una oposición en la que se articulan el peronismo federal de Juan Carlos Romero, los renovadores de Massa y la participación urbana del macrismo.

El año electoral ya está en marcha.

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